El vídeo de la chavala gozándolo en el jacuzzi me hizo recordar una anécdota que le pasó a un amigo que parece broma pero juro que es completamente real.

Un colega fue al balneario con su novia. En el jacuzzi notó un placer anaI, y él que, autodefinidamente, es «buen conocedor del punto G masculino», se aventuró en el balneario a bajarse el bañador para que el chorro de agua incidiera más violentamente contra su «sinesquinas». La sensación era exquisita, y estuvo un buen rato disfrutando, hasta que se dio de cuenta que su barriga estaba completamente hinchada.

Efectivamente el agua había penetrado hasta lo más profundo de él, pero no pareció asustarse demasiado pues ya había practicado eventualmente el noble arte de la lavativa. De modo que, en el propio jacuzzi empezó a expulsar el agua de su recto en forma de oleadas: el agua parecía fluir en bocanadas nuevamente hacia el jacuzzi, hasta que en una exhalación anaI, un cuerpo extraño apareció para interrumpir fastidiosamente la sensación. Efectivamente el chaval había soltado sin querer un mojón que, en sus propias palabras era «no muy grande, del tamaño de medio bollicao, pero de los bollicao que hacen ahora no los de antaño».

Con semejante marrón encima, tuvo que idear rápidamente una manera de librarse del delito. Primero pensó en tratar de esconderlo en el albornoz, pero eso quizás iba a ser demasiado oloroso y evidente, a la vez que devolver un albornoz con manchurrones marrones iba a ser demasiado cantazo. Así que cogió el mojón, y empezó a frotarlo con las manos cual homo neanderthalis descubriendo el fuego con un palo. Al rato la mierda se disolvió totalmente, habiéndose cometido el crimen perfecto.

Espero que ese día los bañistas tuvieran la boca bien cerrada en las piscinas.

ElZurraspas
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